Los antiguos griegos, que gustaban
de practicar la filosofía, ante la pregunta: ¿Qué es mejor, el gobierno de los
hombres o el de las leyes?
Respondían: cuando las leyes son
buenas benefician a la comunidad política siempre que los hombres las respeten
y las apliquen, pero ante la evidencia de que éstas no se respetaban, la
respuesta era contar con hombres buenos, ya que éstos además de actuar correctamente
en cada uno de sus actos, respetaban la ley.
En la antigua Grecia Platón y Aristóteles
indicaban: La política es el arte de lo posible; para lograrlo hay que intentar
muchas veces lo imposible.
Aristóteles definió la política como
“el arte de lo posible”, pero también entendía la política como la “búsqueda
del bien común”, en dos conceptos que no se contradicen sino más bien, se
complementan.
Ampliando, pero sobretodo,
actualizando a este genio del conocimiento de la antigüedad, las mejores ideas
que orienten el quehacer de los seres humanos que vivimos en esta época, que
son los sujetos de esta gran trasformación económica, social, político, y cultural,
nos dicen que “la política es ahora el arte de hacer posible lo imposible”, ¡y
vaya que lo estamos logrando!
Platón considera que sólo la
política como arte de gobernar puede llevar al hombre a la felicidad, la ética está
subordinada a la política.
Cuando quienes ocupan la cosa
pública y no se ocupan de ella, la gente se aleja pues siente, y “sabe”, que la
política y los hechos políticos devienen sin importarles de sus necesidades.
En los últimos tiempos, quizás por
el apuro de hacer lo posible para un grupo pequeño, los encargados de la cosa
pública
envían señales no siempre ciertas de nombres, pases y sospechas sobre los
hombres y mujeres públicos.
Si el ciudadano, a quien
supuestamente se les están enviando esos mensajes, se enterasen seguro se alejarían
aún más rápido de los políticos.
El bien común que espera el
ciudadano, no está conformado por nombres propios, de pases o de consensos para
lograr tal o cual posicionamiento político o de espacio de poder.
Todo lo contrario, ni le interesa en
la mayoría de los casos. Y ni si quiera se informa.
Siguen pecando, porque consideran
que ser un – HOMBRE PUBLICO – es sinónimo de – HOMBRE POPULAR -, y que por ende
los votantes respetan las decisiones tomadas, aunque sean inconsultas.
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