sábado, 12 de noviembre de 2011

Que la Historia no se repita…


Cuando trascurrían los primeros días del año 1976, el suscrito cursaba el segundo año de la carrera de Contador Público Nacional, que lamentablemente tuve que abandonar.


Uno recuerda que en la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca se incorporaron como profesores en dichas carreras los denominados “Chicago boys” cuya traducción era de los “chicos de Chicago”, en alusión a los economistas educados en la Universidad de Chicago, bajo la dirección de los estadounidenses Milton Friedman y Arnold Harberger.


Todos que conformaban los equipos económicos de Martínez de Hoz, quien en Abril de 1976 generaba el "Programa de recuperación, saneamiento y expansión de la economía argentina".


Anunció este que por supuesto había sido aprobado por la Junta Militar, quienes indicaban: "lograr el saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la modernización y expansión del aparato productivo del país, en todos sus sectores, lo que garantiza un crecimiento no inflacionario de la economía.


En aquella oportunidad, este personaje nefasto en la historia Argentina señalaba: “en el corto plazo, el programa económico debía dominar lo que llamó "los tres incendios": la inflación, la deuda externa y la recesión, o sea, la caída de los niveles de producción”.


Por aquel entonces se indicaba que la Argentina contaba con ventajas comparativas en cuanto a su sector primario, Agropecuario y Minero. Y de esa forma se intentaba profundizar la industrialización como factor dinámico de la economía.


Martínez de Hoz y su equipo esperaban que lo capitales extranjeros se radicaran en el sector agropecuario y en el sector petrolero y minero.


Pero… a principios de 1977, el rebrote de la inflación -después de algunos meses de significativa disminución de los índices- llevó al equipo económico a justificar la postergación de la anunciada y esperada reactivación de la economía, porque el control de la inflación, objetivo considerado requisito para el logro de los demás, estaba insumiendo más tiempo que el previsto. 


Desde entonces, y en contradicción con los principios que proclamaban, fue cada vez mayor la intervención del estado para estabilizar el “mercado”.
En marzo de ese mismo año, estableció una tregua de precios por 120 días, durante la cual "los empresarios tenían que deponer sus pretensiones alcistas y absorber los ajustes salariales" que se autorizaron desde el 1° de ese mes.
En el mismo lapso, el Estado postergó los incrementos en los precios de los combustibles, por 120 días. La medida fue muy criticada, y a partir del día 121 los precios aumentaron aceleradamente.


Hasta fines de ese mismo año, la actividad económica fue impulsada por la expansión del sector agrícola, que dinamizó las producciones industriales estrechamente vinculadas, como tractores, maquinarias agrícolas, fertilizantes, etc. Sin embargo, el equipo económico entendió que esta expansión por sí sola y dadas sus características resultaba insuficiente para asegurar el crecimiento económico auto sostenido del país.


Ese mismo equipo económico buscó crear las condiciones para que las tasas de interés subieran. A través de un conjunto de medidas, el “estado” redujo la cantidad de moneda circulante y, al mismo tiempo, las empresas públicas comenzaron a pedir créditos al sistema bancario y financiero.


El aumento de la demanda de dinero originó el incremento de las tasas de interés que se aceleró rápidamente. Una vez impulsada la tendencia, el Banco Central comenzó a disminuir su regulación sobre el sector. El aumento del precio del dinero tuvo un efecto recesivo casi instantáneo.


Las empresas que habían tomado créditos se encontraron con costosos crecientes y reaccionaron liquidando sus stocks de mercaderías y, en muchos casos también, sus bienes de capital e instalaciones.


Así fue como en el año 1978 – como se realizaba el Mundial de Fútbol – se lanzo un nuevo programa estaba basado en el supuesto de que una parte importante de aumento de los precios se debía a "factores psicológicos".


Para contrarrestarlos, propuso la información anticipada de porcentaje de devaluación y lo hizo fijando la variación de la pauta cambiaria, es decir, cuál sería la relación entre el peso y el dólar para cada día de los meses siguientes. Esta vez, en lugar de establecerse como precio del dólar una suma fija, a lo largo de esos meses cada dólar iba a costar una cantidad creciente de pesos. De este modo, quedó establecido en un instrumento, que se conoció como "la tablita", cuál iba a ser, en ese lapso, el porcentaje de la devaluación de la moneda Argentina.


Sin embargo, en ese período la inflación aumentó mucho más que la devaluación programada, de modo que el peso siguió sobrevaluado y el retraso de la paridad cambiaria afectó al sector exportador.


El equipo económico presentó entonces la posibilidad de facilitar el ingreso de los productos importados fabricados en el extranjero- como una forma de controlar la inflación. Por esta vía, esperaba controlar el aumento de los productos nacionales enfrentándolos con los precios del mercado internacional, que eran más bajos.


Entendía, además, que era una forma de presionar a los sectores productivos para que mejoraran su competitividad, es decir, que ofrecieran la mejor calidad al menor precio para estar en condiciones de competir con los productos importados. La combinación de todas estas medidas con la vigencia de un mercado financiero liberalizado y una pauta cambiaria fija produjo un explosivo aumento del endeudamiento externo e incentivó las operaciones financieras a muy corto plazo y alta rentabilidad, desalentando completamente las inversiones productivas.


Los esperados capitales extranjeros que provocarían los cambios cualitativos y cuantitativos en la economía Argentina comenzaron a entrar a partir del tercer trimestre de 1979, pero no llegaron con el propósito de radicarse en inversiones productivas. En 1980 el sistema financiero entró en crisis y, desde entonces, la inflación y la especulación crecieron a niveles muy superiores a los registrados anteriormente.


Esperemos que la Historia no se repita.

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