sábado, 5 de marzo de 2011

La moneda es como una autopista (Roberto Cachanosky)

A pesar de la insistencia del Gobierno de negar que vivimos un acelerado proceso inflacionario, todos sabemos que hay inflación. La encuesta que mensualmente realiza la Universidad Torcuato Di Tella muestra expectativas inflacionarias del 30% anual. Salvo, claro está, que ahora Moreno también quiera prohibir las encuestas sobre expectativas inflacionarias.

¿Cuál es el problema de que el Gobierno no reconozca la inflación? Que termina trabando el sistema económico. Veamos por qué.

En primer lugar hay que preguntarse para qué sirve la moneda, recordando antes que la moneda es una mercadería como cualquier otra. Ahora bien, para que una mercadería sea utilizada como moneda debe cumplir con dos requisitos: a) ser ampliamente aceptada como medio de intercambio y b) servir como reserva de valor.

La moneda, que no es un invento de los gobiernos sino un descubrimiento del mercado, permitió pasar del trueque al intercambio indirecto. Imaginemos que no hay moneda, es decir que vivimos en base al trueque, y una profesora de piano quiere comprar pan.

Primero tiene que encontrar a algún panadero que desee tomar sus clases de piano a cambio del pan. Segundo, habría que determinar cuántos kilos de pan tiene que entregar el panadero por las clases de piano.

O supongamos que un arquitecto quiere comprar un traje. Primero debe encontrar al sastre que quiera los servicios del arquitecto y luego determinar qué cantidad de trajes tiene que entregar el sastre a cambio de los servicios del arquitecto. Los ejemplos podrían seguir al infinito y siempre veríamos lo complicado y lento que es el trueque para realizar transacciones.

Justamente la moneda funciona como una autopista porque agiliza las transacciones. La profesora de piano vende sus clases a cambio de moneda y con la moneda compra el pan donde quiere. El arquitecto vende sus servicios a cambio de moneda y se compra el traje donde quiere. La moneda facilita las transacciones, las agiliza y permite mayores grados de productividad en la economía.

Ahora bien, el problema es que cuando hay inflación la moneda puede comprar cada vez menos bienes y servicios o, si se prefiere, con la misma cantidad de moneda se pueden adquirir menos bienes y servicios. La gente va perdiendo referencia del poder de compra de su trabajo porque con su sueldo puede comprar cada vez menos. Y el comerciante, cuando vende una mercadería de su estantería, no sabe cuántos pesos tendrá que entregar para reponer la misma cantidad de mercadería.

Cuando los procesos inflacionarios como el que vivimos actualmente se aceleran, todos pierden referencia y las transacciones tienden a hacerse más complicadas. Si una empresa vende con crédito comercial corre el riesgo de comprar menos mercaderías cuando cobre el crédito y tenga que recomponer su stock, con lo cual habrá perdido parte de su capital de trabajo. Por su parte, el consumidor sabe que si demora mucho la compra de un bien o servicio en el futuro tendrá que entregar más dinero por efecto de la inflación que genera el banco central.

El otro problema es que cuando el gobierno genera inflación como lo hace actualmente, la moneda deja de tener su segundo atributo que es el de reserva de valor. El dinero pasa a ser como una barra de hielo que va derritiéndose. Al perder su función de reserva de valor no permite realizar operaciones de largo plazo.

En su discurso al Congreso de la Nación, la Presidenta se quejaba de que no había créditos hipotecarios. En primer lugar, para que haya crédito tiene que haber ahorro, que es ingreso no consumido. En segundo lugar, quién tiene ese ahorro pretenderá conservar su poder de compra a lo largo del tiempo y obtener algún beneficio por postergar consumo presente por consumo futuro. Es decir, a la tasa de interés le cargará la tasa de inflación esperada.

Si hoy la gente tiene expectativas inflacionarias del 30% anual, ese será el piso de la tasa de interés para un préstamo de largo plazo más la tasa de interés real que querrá ganar el ahorrista. Con este dato basta para darse cuenta que con la inflación que genera el Gobierno el pedido de la Presidenta carece de la más elemental lógica económica, porque nadie querrá prestar a tasas menores a la inflación esperada, y con tasas de inflación como la que tenemos la tasa pasa a ser tan grande que la cuota termina siendo inalcanzable para la gente común.

El problema no son los bancos, el problema es la gente que vuelca su escaso ahorro al mercado interno y no quiere perderlo licuado por la inflación. Este es un ejemplo bastante claro de porqué la inflación traba las transacciones económicas. Tal vez habría que preguntarle a la Presidenta si está dispuesta a prestar sus ahorros en pesos, a 15 años a una tasa de interés fija de, digamos, el 12% anual. El 10% de inflación que informa el Indec más 2 puntos anuales de interés real.

También la inflación impide hacer cálculo económico para proyectar una inversión. Con inflaciones tan altas como las que está produciendo el BCRA, nadie puede estimar costos salariales, de insumos, etc. a largo plazo, y el problema es que los proyectos de inversión se miden a largo plazo. Con la inflación desaparece el largo plazo y se frenan las inversiones.

Al generar un fuerte proceso inflacionario, el Gobierno está destruyendo la autopista que es la moneda. No es emitiendo más moneda, como actualmente hace el Gobierno, que se agregan más carriles a la autopista económica, sino que esos carriles se construyen con estabilidad de precios y previsibilidad en las reglas de juego. Si las reglas de juego son imprevisibles y encima se destruye la moneda, es como si se estuviera destruyendo la autopista y todos tuvieran que circular por la colectora. El atascamiento puede ser monumental.

En síntesis, el Gobierno, al imprimir billetes a marcha forzada, genera un proceso inflacionario agudo que destruye la autopista. Encima se empecina en negar la destrucción de la autopista y, como si fuera poco, con las intervenciones en los precios también destruye la colectora.

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